jueves, 13 de octubre de 2011

La Rivera

 

No hay piedra que no sea hermana
del ocaso que difumina el polvo del camino,
ni botas que no sueñen con lenguas de ríos
que lamen las  heridas de un recodo perdido.
Los linderos esconden momentos
muertos que escaparon al tiempo
que chorrea entre mis dedos;
agostados los corazones,
las huellas de mis pasos
se exiliaron a países más cálidos.
Las palabras revolotean en la rivera,
la brisa abraza aromas de jara y
aún no ha llegado rocío que bendiga este encuentro
remansado entre los juncales del olvido.
No hay sueño que no se desvanezca
como promesa de un niño
cuando la aurora araña los cristales de la mañana,
ni pavana que anhele una infanta
si no yace en alcoba de arrayanes.
No es otro hoy el día que aquél
ése en el que no vuelan más las palomas
buscando palmares que barruntan el sur,
no hay muchachas que mojen sus pies
en el almíbar del cáliz de una toronja.
De los pasos que no he dado,
de los hijos que perdí,
de las vidas que no he sido
sólo queda el lamento de tus dedos
cuando arrancan de una guitarra
el quejío de una taranta.

domingo, 2 de octubre de 2011

Las calles que conducen a tu frente



Las calles que conducen a tu frente 
se han vestido hoy de caracolas malvasía,
de ojos zarcos que chapotean en aguachares.
En las veredas que socavan tu frente
hay soldaditos de plomo que venden vidas al por menor,
buhoneros que guerrean contra asaltadores de destinos.
Por la liana de tus nalgas 
se descuelgan monos de colores con ánimo de molestar,
no hay camino que llegue a tu frente
ni vereda que rodee tu cuerpo,
solo crápulas emboscados asedian a la luna llena.
En los empedrados de mi corazón
los  sentimientos más elevados son los del lagarto
cuando pinta de azul los peñascos del majano,
manojo de luces descansan bajo losas de mármol.
Hay niños de rocío que manipulan los recreos,
de los dinteles cuelga la sombra de los necios,
no hay medicina que cien años cure
la enfermedad de los desamores que han cristalizado
ni promesa que absorba el polvo de las hornacinas.
De los balcones de tu frente cuelgan guirnaldas de cruces
y lívidos sonríen  los muertos de amores,
livianos escoyos de plata se disuelven en el amargo café de tus ojos.