domingo, 17 de marzo de 2013




Sólo hay gritos cuando rompe el silencio contra los acantilados en la noche;
desaliento que husmea entre los regueros de un deseo.
¿Adónde se fue nuestra alborada,
aquélla en la que el sisonte dormido despereza sus alas?
Cautivo y desarmado
humillo mi cabeza sobre el cuenco de tus manos y enarbolo bandera de rendición.
Es tu recuerdo plomo fundente en los arrabales de mis diástoles,
quedos taconazos que la madrugada engulle.
Vertida en un verso impregnas el tiempo que no hemos vivido;
te escapas entre mis dedos como polvo de nácar.
Se fueron, nuestros futuros se fueron como gaviotas asustadas,
sin embargo aún tú picoteas la médula de mis ansias.
Fugitivo en las sombras tus gemidos araño,
no decir que te amo es la peor de mis conjuras.

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