martes, 27 de septiembre de 2011

Amores de Contrabando


Había ecos de nuestras palabras que el viento arrastraba de acá para allá,
se arremolinaban en esquinas,
ascendían vertiginosos por tiros de escalera,
se posaban en cornisas,
caían plácidos hasta que
de nuevo
el viento los hacía suyos y vuelta a empezar.
Nunca pensé que nuestros pasos se diluirían entre el feldespato de las aceras
ni que huirían como los amores de contrabando,
fue la nuestra una historia fugitiva
de urgencias entre bastidores.
Compartíamos cigarrillos en la madrugada
como quien comparte destellos de muerte
nos fugábamos por los callejones
y borrábamos nuestro aliento
para que no pintara el reverso de los cristales.
Ahora no hay risa que no se mudara de barrio
y los funcionarios del desaliento
retimbran vidas que se escaparon por el sumidero.
Ahora no hay día que no vea muchachas de pecho de sándalo,
dormitan en el alféizar de la ventana,
persianas bajadas y mosaicos de sombra,
humedales de aromas
fragancias de niña que alumbra alondras de metal.














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